Durante muchos años se ha experimentado con el cruce de especie para mejorar los cultivos y las razas de ciertos animales, pero en el caso de los cultivos y alimentos transgénicos es una situación diferente, ya que se saltan las barreras entre especies, introduciendo en ellos genes de especies que no podrían cruzarse en la naturaleza.
Los transgénicos, también llamados organismos modificados genéticamente (OMG), son alimentos a los que se le han introducido uno o varios genes de otras especies para mejorar o cambiar su composición generalmente por un motivo comercial. Por ejemplo, el maíz transgénico que se cultiva en España contiene un gen de la bacteria Bacillus thuringiensis.
En 1876 se realizó el primer cruzamiento intergenérico (es decir, entre especies de géneros distintos), pero fue hasta 1986 cuando una empresa multinacional dedicada a la biotecnología creó la primera planta genéticamente modificada. Se trataba de una planta de tabaco a la que se añadió a su genoma un gen de resistencia para el antibiótico Kanamicina. Finalmente, en 1994 se aprobó la comercialización del primer alimento modificado genéticamente; unos tomates, a los que se les introdujo un gen antisentido con respecto al gen normal de la poligalacturonasa, enzima que provoca la degradación de las paredes celulares en los frutos maduros, de manera que el tomate aguantaba más tiempo sin estropearse una vez cosechado y le proporcionaba mayor resistencia a los daños por su manipulación, como rasguños o golpes. Pero pocos años después, en 1996, este producto se retiró del mercado de productos frescos.
Algunos de los alimentos en los que se presenta comúnmente la modificación genética son: la soja, el maíz, el algodón y la colza, estos suponen prácticamente el 100% de la superficie cultivada con OMG a nivel mundial. Los genes introducidos mediante ingeniería genética en especies destinadas a la producción de alimentos comestibles buscan el incremento de la productividad (por ejemplo, mediante una resistencia mejorada a las plagas) así como una mejora en la calidad del producto.
Otro de los motivantes para la modificación genética es la resistencia a herbicidas, puesto que de este modo, es posible emplearlos afectando sólo a la flora ajena al cultivo. Cabe destacar que emplear variedades modificadas y resistentes a herbicidas, ha logrado disminuir la contaminación en acuíferos y suelo; aunque en otros casos, el uso de estos herbicidas (glifosato y amonio glifosinado) puede ir acompañados de otros herbicidas más contaminantes. Sucede lo mismo con las plagas de insectos, son uno de los elementos más devastadores en la agricultura. Por esta razón, la introducción de genes que provocan el desarrollo de resistentes a uno o varias especies de insectos, ha sido un elemento común a muchas de las variedades patentadas.
Las ventajas de este método suponen un menor uso de insecticidas en los campos con transgénicos, que redunda en un menor impacto en el ecosistema que alberga al cultivo y la salud de los trabajadores que los manipulan.
Existen diferentes teorías alrededor de los alimentos genéticamente modificados, algunos expertos opinan que con los alimentos y los cultivos transgénicos estamos liberando al medio ambiente e introduciendo en nuestra alimentación seres vivos de los que se conoce muy poco, desde cómo interactúan en un ecosistema complejo hasta sus posibles consecuencias en la salud. La realidad es que no existen investigaciones hasta el momento que con certeza puedan definir los problemas o ventajas de consumir estos alimentos, ya que su reproducción es una actividad que varía en componentes.
En Estados Unidos, el país donde más proliferan esos cultivos, en los últimos años se han incorporado cerca de 30,000 productos a un proyecto titulado Non-GMO, que certifica que están libres de genes modificados. Desde el punto de vista ético, los pequeños agricultores se ven perjudicados porque las patentes de las semillas modificadas están en manos de unas pocas multinacionales; mismas que controlan los precios y son demasiado caras para que los campos de tamaño medio o pequeño resulten rentables.
Esta técnica, también se utiliza en otros giros industriales como la medicina. Actualmente existen medicamentos que se obtienen mediante ingeniería genética pero en ambientes confinados, sin contacto con el exterior.