Los productos son cada día más “Made in the world” y no “Made in the UK” o “Made in France”, por dar un ejemplo. Las cadenas de valor mundiales se han convertido en una característica predominante del comercio internacional, ya que ofrecen nuevas perspectivas de crecimiento, desarrollo y empleo, según declaraciones de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), la Organización Mundial del Comercio (OMC).
El informe titulado “Las implicaciones de las cadenas de valor mundiales en el comercio, la inversión, el desarrollo y el empleo”, presentado a los dirigentes del G-20 en la cumbre que tuvo lugar en San Petersburgo en septiembre de 2013, indica que la economía de los países en desarrollo que participan en las cadenas de valor mundiales ha incrementado considerablemente, al registrar tasas de crecimiento del PIB por habitante 2% superiores a la media.
El comercio internacional no es un tema nuevo, empezó a desarrollarse a comienzos del siglo XIX, cuando las máquinas de vapor mejoraron rápidamente el transporte terrestre y marítimo, lo que desencadenó una expansión sin precedentes de las actividades comerciales más allá de sus fronteras. Sin embargo, la división del trabajo requirió de una coordinación delicada entre las diferentes etapas, porque la variedad de tareas debe producir colectivamente un producto homogéneo. La revolución de la tecnología de la información en los años ochenta cambió completamente este panorama; con el internet y las redes internacionales de comunicación de alta velocidad se volvió más barato y fácil para coordinar unidades de producción en diferentes lugares.
A comienzos del siglo XX, Henry Ford, fundador de la compañía Ford Motor Company y padre de las cadenas de producción modernas utilizadas para la producción en masa, ideó e implementó un modelo de negocio que buscaba integrar varios segmentos de un proceso de producción bajo un solo capital y un marco de gestión, a través de la adquisición de una variedad de empresas. El modelo, más tarde conocido como “estrategia de integración vertical”, se convirtió en un modus operandi en la era de la producción en masa. Hoy la integración vertical se refiere a la aparición de entidades empresariales llamadas multinacionales.
El desafío sigue siendo facilitar el diálogo entre los dirigentes, superando las fronteras nacionales. Además de esto, según el informe presentado al G-20 en la Cumbre de San Petersburgo, se necesita adoptar medidas urgentes para instrumentar un marco eficaz que permita el crecimiento sólido, sostenible, equilibrado e inclusivo, del que todos los países puedan obtener beneficios. El documento sostiene también que el éxito en los mercados internacionales depende tanto de la capacidad de importar insumos de alta calidad como de la capacidad de exportar. Las políticas de comercio e inversión abierta, transparentes y previsibles requieren una serie de medidas de acompañamiento, que garanticen que los beneficios resultantes de las cadenas de valor mundiales se generalicen y tengan un carácter inclusivo. En algunas economías en desarrollo, en particular las menos adelantadas, queda mucho por hacer para vencer los obstáculos concretos que dificultan su participación efectiva en estas cadenas.
“Un reto fundamental es crear empleo, mejorar la tecnología y aumentar la capacidad productiva a fin de maximizar los beneficios desde el punto de vista del desarrollo”, afirmó el Secretario General de la La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Mukhisa Kituyi.