Uno de los principales factores que se deben examinar en el análisis de peligros es la contaminación química, la cual se produce por la presencia de determinadas sustancias en los alimentos que pueden resultar nocivas o tóxicas a corto, medio o largo plazo.
Entre estos destacan los contaminantes ambientales, que son aquellos que se encuentran en el medio ambiente y pueden transferirse a los alimentos, como los metales pesados. Algunos de los más representativos son: mercurio, plomo, cadmio, níquel y zinc. El arsénico y el aluminio se analizan habitualmente junto a este tipo de elementos.
Los metales pesados son originados por la naturaleza y es importante su monitoreo en los alimentos, ya que algunos forman parte de estos, por lo que es muy difícil su método de eliminación.
Al ingerir un alimento contaminado, los metales pesados se almacenan en el cuerpo y esto puede traer efectos de corta o larga duración.
Un producto con alto contenido de metales pesados no se considera inocuo y se deben establecer medidas de control adecuadas.
En el Reglamento (CE), número 1881/2006, y en sus posteriores modificaciones, se fija el contenido máximo de determinados contaminantes en los productos alimenticios, entre ellos, el de los metales pesados.