Desde el aceite de oliva que ha sido cortado con aceite más barato, la miel con infusión de antibióticos prohibidos, y el café molido contaminado con maíz y aserrín, los alimentos que comemos son muchas veces fraudulentos, y esto no sólo afecta tu cartera, sino también tu salud.
Según la Iniciativa de Fraude Alimenticio de la Universidad de Michigan, le está costando a los consumidores de 30 a 40 billones de dólares al año este problema que crece y crece. El mejor de los casos con el fraude de alimentos, es que no estás recibiendo lo que pagas. Pero en el peor de los casos, los consumidores se enferman e incluso pueden morir.
La lucha contra el fraude alimentario es responsabilidad tanto de la industria, como de las autoridades regulatorias. Es por esto que la FDA inspecciona a los fabricantes para asegurarse de que cumplen con los requisitos de buenas prácticas de fabricación y también lleva a cabo revisiones de etiquetas durante estas inspecciones. De la misma manera, el servicio de inspección y seguridad alimentaria de USDA, trabaja todos los días para asegurar que la carne, aves y productos de huevos procesados que entran al mercado sean seguros, sanos y correctamente etiquetados.
Además de combatir el fraude con las modernas técnicas analíticas y con leyes que regulen las pautas permitidas y las que no, los consumidores también deben tomar acciones sobre el asunto. Por un lado, tomando precauciones y medidas preventivas para evitar productos que les puedan hacer daño.
Y por otro lado, los consumidores deben mostrar preocupación. Por ejemplo, hablando de la publicidad, que desgraciadamente es un proceso unidireccional, que facilita el establecimiento de un único mensaje, diseñado y emitido a conveniencia de quien quiere vender más (a costa de la salud de las personas a veces), podemos agradecer que los consumidores pueden hacer uso de las redes sociales para tomar cartas en el asunto. ¿Cómo? Una manera es mediante el hashtag #EtiquetaReal, donde comparten “Etiqueta Real, inteligencia colectiva para que la publicidad no te engañe”, donde cada consumidor transmite críticas ante las prácticas pocos meritorias en la promoción de los productos.
Ahora, ¿qué hacer al encontrar un alimento adulterado o que consideres fraudulento? Hacer una queja al organismo de vigilancia sanitaria local. Porque cuando un alimento así llega al consumidor, revela que probablemente toda la cadena de controles en su venta ha fallado, dejando tal vez miles de productos contaminados. Si se hace una alerta, se genera la intervención de los organismos sanitarios para decomisar las partidas corruptas y ordenar el aviso a los posibles consumidores afectados.
Todos tenemos derecho al reclamo, así que no hay que dejar pasar el fraude. Denunciar estos hecho es ayudar a la salud pública.